Diversidad sexual
Más diversidad que colores en el arcoíris
Cuando nos referimos al colectivo LGB, es muy común que se tenga una visión distorsionada de lo que realmente somos. Somos personas LGB únicamente si nos sentimos atraídas afectiva o sexualmente por una persona del mismo género, sea total o parcialmente, es decir, ya seamos homosexuales o bisexuales.
Existe una diferencia entre estos dos tipos de atracciones: la atracción sexual es aquella que más conocemos, la que tiende a estar más relacionada con la actividad sexual; pero también existe la atracción romántica o afectiva, que resulta de haberse enamorado o haber establecido relaciones sentimentales fuertes con otra persona, y puede derivar del mismo modo en una fuerte atracción sexual hacia esa persona.
Por ello, han aparecido en los últimos años muchas concepciones distintas de la diversidad afectiva y sexual que se resumen en el llamado “Espectro grisexual”. Puede resultar algo innovador y muy cómodo, pero es realmente por eso por lo que se genera tanta polémica en la actualidad. Quizá no existen inconvenientes a nivel teórico, pero se debe tener cuidado con aquellos términos que realmente siguen en construcción. Todo esto es un proceso de recoger información que ni lxs activistas de Arco Iris pueden llevar al día, pues se están generando etiquetas continuamente.
Al igual que todo aquello que nuestra sociedad trata como inferior, los estereotipos negativos tienden a ser ocultados bajo las mantas de lo políticamente correcto. En este caso, quiero centrarme en las dificultades que provoca sufrir plumofobia.
Si no conocías esta palabra, no es algo de lo que realmente te debas sentir culpable: no podemos pedir una concepción universal de este término si ni siquiera aparece en ninguna entrada de Wikipedia o incluso del Diccionario de la Real Academia Española. Se conoce como plumofobia al rechazo o al conjunto de actitudes discriminatorias hacia las personas que, independientemente de su orientación sexual, tienen una expresión de género distinta a la que las rejas de la sociedad permiten dejar pasar.
¿Es resultado de la propia homofobia? Como activista podría ceñirme a tratar esto como un producto de la LGTBIfobia existente en la actualidad en todos los ámbitos estructurales de una sociedad. Sin embargo, quiero hacer mención al trasfondo sexista que tienen todos estos roles.
Incontables veces hemos podido escuchar desde nuestra posición comentarios como “reinona”, “pasiva” o “marimacho”. Pero lo que nos debería alarmar no es el simple uso de estos en el día a día de muchas personas, sino el origen del tono insultante que se les atribuye. Si existe algo más denigrante que ser insultado, es ser utilizado como el propio insulto: estos términos radican en la tendencia machista actual a considerar el género femenino como forma de desautoridad social, y no existen perspectivas de cambiarlo a corto plazo. No obstante, que se siga utilizando es el menor de los problemas, pues todo persigue la búsqueda del odio sin importar el cómo.
Encuestando a jóvenes a través de las redes sociales, hemos obtenido varios resultados orientativos en torno a este tema: estos usuarios no tienen actitudes premeditadas negativas hacia personas con “pluma”, e incluso ven necesaria una visibilización de ellas en los medios de comunicación. Sin embargo, todos ellos habían escuchado alguna vez ese tipo de comentarios y un 21% de ellos los sufrían al menos una vez en semana.
De nuevo, y como en cualquier otro dilema social, nos encontramos ante la difusa línea entre lo que se puede considerar rechazo y lo que no se toma como tal. Tan opaco es el cristal, que hemos dado con un dato terriblemente sorprendente: una gran parte de estas actitudes son producidas desde el propio entorno LGTBI.
En términos generales, la plumofobia no es mas que un espejo que refleja la falta de aceptación social. Si una voz aguda no fuera símbolo social de fragilidad o el deporte de fuerza no fuera símbolo social de hombría, la mayor revolución comenzaría en el camerino de un tenor y en los vestuarios de una sala de danza. Pero como no vivimos en ese mundo del revés, seguimos teniendo la obligación de normalizar que un señor “amanerado” y una señora “machorra” tienen la libertad de ser y expresarse.
Javier Savariego Luque
18 años, Estudiante de 2º de Bachillerato
Coordinador del Área de Estudiantes en la Federación Andaluza Arco Iris LGBTI+