Exposición perteneciente al festival Bauhaus 101 del 16 de junio al 27 de septiembre de 2020.
Como homenaje a la Bauhaus en su centenario, Ángeles Alcántara Sánchez escoge las figuras del Ballet Triádico y las dibuja, no contorneando la silueta, sino produciéndolas mediante un trazo oscilatorio a la manera del sismógrafo que registra el temblor, el movimiento. Dibujar aquí resulta de la acción de una máquina subjetiva, la dibujante-autómata, que se limita a registrar.
Esta exposición de Ángeles Alcántara Sánchez se enmarca en el festival Bauhaus 101 y podrá visitarse en el Centro de Arte Pepe Espaliú hasta el 27 de septiembre.
I
El Ballet Triádico se estrenó, con moderado éxito, en la Bauhaus de Weimar el 30 de septiembre de 1922. Tres bailarines, dieciocho trajes, un escenario modesto, pocos medios, ninguna subvención… El crítico de danza Arnd Wesemann indica que «para los criterios actuales, el Ballet Triádico se consideraría la producción de un grupo alternativo». Su recorrido posterior no fue especialmente fructífero. En diez años de representaciones esporádicas por diversos escenarios de Alemania, no reunió más de 1.000 espectadores en total, cifra que da la medida de su condición de espectáculo marginal. Y, sin embargo, pocas acciones de ese Camelot de la modernidad que fue la Bauhaus siguen alumbrando e inspirando tanto con el paso del tiempo como esta pequeña pieza de danza alternativa a través de los contados documentos gráficos que dejó (fotos, bocetos, ninguna filmación…).
II
El Ballet Triádico nació del impulso del maestro de pintura mural de la escuela, Oskar Schlemmer. Representó la culminación de un viejo proyecto desarrollado en su juventud junto a un matrimonio de amigos, los Burger, de recuperar la mascarada o el baile de disfraces como alternativa crítica al dispositivo burgués del ballet clásico. Schlemmer parte de su atención en los movimientos de cuerpo humano y los actualiza en el contexto de la era de la máquina. Sus figurines cruzan el arquetipo de los personajes de la Commedia dell'Arte con la naturaleza misteriosa y prometeica de los ingenios mecánicos y los autómatas de Vauncanson o Jacquet-Droz. Si la máscara es el recurso que dispara el impulso al juego y a la travesura, los trajes se diseñaron para constreñir el cuerpo y limitar los movimientos. La coreografía resultante nacía de la fuerza física y psíquica de los bailarines, obligados a superar el entumecimiento de la indumentaria: un antiballet. Contemplar el Ballet Triádico era «respirar el aire de otros planetas», como en el poema de Stefan George.
III
Si la danza, como el cine y la música, es un arte indisociable del tiempo, ¿cómo registrar el movimiento por medio del dibujo? Como homenaje a la Bauhaus en su centenario, Ángeles Alcántara Sánchez escoge las figuras del Ballet Triádico y las dibuja, no contorneando la silueta, sino produciéndolas mediante un trazo oscilatorio a la manera del sismógrafo que registra el temblor, el movimiento. Dibujar aquí resulta de la acción de una máquina subjetiva, la dibujante-autómata, que se limita a registrar. El juego de simetrías de las figuras, sus duplicidades, sus alternancias y separaciones, el vacío intermedio, provoca una suerte de secuencia que nos introduce en la ilusión del movimiento y el baile, una fluctuación espiral imaginaria en la que creemos ver, como acompañaba Miss Gulch a Dorothy dentro del tornado, la compañía de Muybridge, la Planilandia de Edwin Abbot, la isla de los cuadrados mágicos del planeta imaginario o Ziggy Stardust.
Hoja de Sala de la Exposición (PDF)
Medidas higiénico-sanitarias de acceso a la exposición (PDF)
Más información: https://cultura.cordoba.es/