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La adolescencia y el aprendizaje para la vida.

28 · septiembre · 2017 | Sin categoría

La adolescencia y el aprendizaje para la vida.

 

Por la mañana su cuerpo se despierta mucho más temprano que ella. La boca se abre ante el cepillo de dientes. Las manos le hacen la cama. Las piernas la llevan hasta el instituto… A veces se queda de pie en medio de la calle, preguntándose si no es sábado. Planteándose si de verdad tiene que ir al instituto. Pero es curioso, sus piernas siempre tiene razón. Llega al aula correcta el día correcto a la hora correcta. Su cuerpo se las apaña bien sin ella”. (Asa Larsson, Aurora boreal).

Adolescencia proviene del verbo latino adoleceré que significa crecer, desarrollarse. Es claramente una etapa diferenciada de la vida cuya principal idea es ser transicional y de desprendimiento: empieza con los cambios biológicos y termina con la cultura y con el aprendizaje.

Las fases de la adolescencia constituyen puntos nodales en la continuidad del desarrollo evolutivo del sujeto y se presentan como patrones de conducta distinguibles (Grubert, 2006, en Rovarola et al). Fases del desarrollo que, aunque no existen parámetros fijos de comienzo o de finalización, mantiene una secuencia ordenada, que van desde la irrupción de la tensión genital y el cambio en el esquena corporal en la adolescencia temprana, los cuales son vivenciados por el/la adolescente como amenazantes, donde el cuerpo entra en un caos que escapa al control y donde el “paso a la acción” se convierte en una “función reguladora” frente a la realidad; pasando por la separación del vinculo con los padres y el encuentro con la sexualidad como elementos característicos en al adolescencia media; hasta la adolescencia tardía donde el/la adolescente se encuentra en pleno proceso de individualización, de búsqueda de una identidad más allá de sus progenitores.

Estos cambios conllevan una nueva relación con los padres y con el mundo. Es un periodo de contradicciones, confuso, doloroso, ambivalente, caracterizado por conflictos con el medio familiar y social. Implica todo ello la búsqueda de una nueva identidad tanto a nivel consciente como inconsciente. Anna Freud dice: "que es muy difícil señalar el limite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia y considera que, en realidad, toda la conmoción de este período de la vida debe ser estimada como normal, señalando además que sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente". Para Arminda Aberastury es lo que ella llama un “Síndrome normal de la adolescencia”.

Hablamos de “un tránsito adolescente en el que el descubrimiento del propio cuerpo y del de los que rodean a cada individuo se hace con perplejidad y con la constante interrogación sobre la propia diversidad y la de los otros” (Ubieto, 2016).

Es además una etapa decisiva porque en ella se abren gigantescas posibilidades de aprendizaje, de adquirir fortalezas, de suplir carencias, de hacer proyectos (Marina, 2014). De esto, los padres y los educadores en general, estamos muy pendientes recordándole el que asuman sus responsabilidades como adultos futuros. Pero es también en este periodo donde además se hacen patentes por primera vez ciertos comportamientos como el consumo de sustancias psicoactivas, el uso de las tecnologías de la comunicación, el bullying, así como el TDAH, el trastorno bipolar infantil, el trastorno de conducta, o las apuestas online.

Emborracharse (o consumir cannabis) forma parte de los ritos de paso y no implica necesariamente ningún tipo de adicción posterior. Conviene cuando esto sucede, que los padres conversen con sus hijos sobre ese nuevo “territorio” señalando los riesgos que implica y que el paso por ahí, en ocasiones es necesario, tal como a ellos en su momento le pudo suceder. Esto le conferirá autoridad para trasladarle algunas “formulas” que les pueden ser útiles, teniendo siempre presente que resulta más útil indicar como poder resolver ese exceso que sermonearlos.

Para un adolescente, saber que sus padres tuvieron que vérselas, al igual que el, con las exigencias de su cuerpo y la sexualidad, así como con la necesidad de estar a la altura de lo que le pide su grupo de iguales, le va a resultar de mucha ayuda. Les puede servir para reducir el temor a afrontar solos la “metamorfosis” de la adolescencia, ese cambio que experimentan en su cuerpo y en su mentalidad para el que no existe manual de instrucciones.

Las tecnologías de la información y de la comunicación generan afición pero también puede generar adicción, lo que esta preocupando cada vez a los padres y a las madres. Para Ubieto, vivimos en una “sociedad adictiva”, dependiente de los objetos donde todo incita a necesitar un producto determinado. Una conducta que es más proclive en los y las adolescentes que sucumben ante las novedades y todavía no tiene forjada su personalidad.

El juego online no significa necesariamente que estos jóvenes acaben padeciendo una ludopatía. Más bien constata como nuestra sociedad hace fácil la relación con los objetos de forma adictiva, o como dice Bauman, “cualquier idea de felicidad acaba en una tienda”. Sin olvidarnos que, según un informe de la ONU en el 2015, los mayores consumidores de pornografía online en todo el mundo son los adolescentes entre 12 y 17 años.

La violencia filio-parental puede ser otra de las salidas fallidas de la adolescencia. Vía que implica una ruptura en el vínculo y en el marco de convivencia válido hasta entonces. Modos de separación de aquellos que son percibidos como intrusivos e insoportable, no aceptándose por tanto condiciones o deberes impuestos

Escandalizarse no, abrir los ojos si, y escuchar las dificultades que las nuevas generaciones plantean en su apuesta por una vida adulta. Apuesta que, como dice Hanna Arendt, nos lleva a los adultos a intentar ser capaces de integrar las novedades e invenciones que traen los adolescentes y transmitirles nuestra “tradiciones”, que en el fondo han sido en su momento, invenciones (Eric Hobsbawm).

La educación tiene como objetivo final que el sujeto alcance el máximo posible grado de autonomía, que le permita apropiarse de su vida y definir sus propias metas en su estilo propio (Ubieto, 2016). Establecer metas es uno de los principios básicos de la educación. Le corresponde a las familias definirlas, y que estas sean las que desarrollen sus propias capacidades mediante su experimentación y la actuación constante en busca de soluciones a las diversas problemáticas que se le presentan.

 

Luciano Cobos Luna

Médico de Adicciones.

Unidad de Drogas y Adicciones.

Instituto Provincial de Bienestar Social

 

 

 

 

 

 

 

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